TIC´s y mayores: sus experiencias son nuestras emociones.

Y TÚ, ¿TE ATREVES”:  TERCERA NOTA DE VIAJE

En una experiencia como ésta del proyecto “Y tú, ¿te atreves?” puede dar la impresión de que, a medida que se recorren distintos centros sociales y van avanzando las jornadas, se mezclan las caras y los nombres y es imposible discernir cuándo se conoció a una persona o a otra. Esto es verdad hasta cierto punto, pues aunque realmente llega un momento en que se desdibujan los rostros y nombres de la gente que vamos conociendo, hay momentos y personas que ponen un punto de inflexión en el desarrollo de esta actividad, haciéndose, por propio mérito, con un espacio especial en la memoria y el corazón.

y tu ¿te atreves?. Fundación CTIC Sociedad de la Información
y tu ¿te atreves?. Fundación CTIC Sociedad de la Información

No importa lo alejados que estén los pueblos, lo bulliciosos que sean los centros sociales, o el cansancio que se acumule a lo largo de la jornada… no hay sesión que no deje, al menos, un momento particularmente tierno, gracioso, interesante; reseñable, al fin y al cabo.

Así, recuerdo una anécdota de una de las primeras sesiones: un señor, después de probar, por primera vez, el mando de la Wii en una tirada de bolos, lo soltó y salió corriendo… no conseguimos nunca conocer el porqué de su reacción. En Cabrales, por ejemplo, una señora nos contó el nombre de cada uno de los picos que rodeaban el centro y la leyenda que ocultaban; es evidente que no sólo “enseñamos” cosas, es mucho lo que recibimos a cambio.

Pero entre todos los lugares, los más entrañables, aquellos en los que transcurren los momentos más emocionantes son los centros de día. Los años dan experiencia, saber, conocimiento, serenidad; aportan al ser humano valores y destrezas que sólo pueden proceder del tiempo vivido, y que completan la historia de la que todos formamos parte. Qué duro llegar a una edad avanzada y comprobar que tus miembros no responden cómo debieran, que la vista falla, que en la mente se difuminan los nombres y las caras. Cuánto valor es necesario para trascender de las propias discapacidades y mostrarse tan generosos con nosotros, probar con alegría estas tecnologías tan nuevas que traemos, tan ajenas a su educación y costumbre. Qué mérito recuperar la capacidad de asombrarse que tenían de niños, maravillarse con los colores, disfrutar con la música, y trasmitírnoslo, compartirlo con nosotras. Recuerdo hace poco, en Cudillero, una hermosa tarde de otoño. Éramos muchos en la sala: monitoras, asistentes del centro de día, personal del centro… nos pasábamos las tabletas digitales de unos a otros: probaban ejercicios de habilidad, pizarras de color, puzzles, pianos… Se oían risas, comentarios de asombro. En una esquina de la mesa estaba Manuel. Muy quieto, delgado, no demasiado mayor, sujetaba con fuerza un brazo con el otro mientras miraba hacia abajo. Sus compañeros hacían un juego de movimiento con la tableta digital, él no quería hacer nada. Si sujetaba con tanta fuerza sus manos era porque temblaban. Mucho. “No importa” _ le dije_ “tengo algo mucho mejor”. Era una pizarra de luz que recoge el movimiento de los dedos y lo traduce en colores, como pequeños fuegos de artificio. “Esto es único, como tú no lo va a hacer nadie, verás”. Manuel pasó la mano por la pantalla y la llenó de colores. Lloró. E hizo de nuestro trabajo algo muy hermoso.

Post escrito por Covadonga Fueyo

NOTA: La actividad en Cudillero se desarrolló el 26 de Octubre de 2010.

Aquí tienes  las anteriores notas de viaje: la nota 1 y la nota 2

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